sábado, 19 de mayo de 2012


SUEÑO


Como primer obsecuencia,
mirar la luna.
Cuestión soñada,
totalidad de lo visible.
Como intención previsible,
el lado mundo, obscuro,
maqueta frágil para armar.
Como meta física, emocional,
lograr dormir.
El silencio de los parpados,
plenitud obstinada.
Como el golpe moral
de una utopía soñada.

Alberto Federico Cordoba Basualdo
copyrigth 2012

miércoles, 9 de mayo de 2012

una anecdota....

A MI AMADO VIEJO (DON TOMAS)



Esto me lo recordó mi querida hermana hace poco, hablando  de nuestras andanzas de estudiantes. Fue entonces que pensé que seria bueno, que  lo volcara en un papel. Sucedió hace mucho, digamos  que treinta y cinco años atrás, corría  1972,un año repleto en mi, de sensaciones nuevas, cumplida  la mayoría de edad, plena  dictadura militar, atroz  para los jóvenes de mi edad, censura  plena, justo  a nosotros, llenos  de vivencias nuevas, locuras  juveniles, militancia  política. Ante tanta beligerancia domestica, decide recluirme en los libros y la música, que, mano a mano pasaban, como  algo cómplice y diferente, Cortazar, Benedetti, músicos como Jara, Quilapayún, Dylan y otros tantos que hicieron que mi cabeza diera el giro lógico y furibundo, de  pensar que había otras cosas, otra  pelea en el mundo, que  era nada mas y nada menos que por la dignidad del hombre.
Es entonces por esos tiempos de estudiante que me cruzo en el curso de Comunicación Social, con un muchacho de mi edad, chiquito, lentes, pelo  largo y me comenta ,”estoy escribiendo una obra de teatro”, lo mire serio y sorprendido, pues no esperaba ese comentario de él, y me dice” y ando con ganas de que alguien la lea y se haga cargo de un personaje”, que diga,”ese es mi personaje, lo quiero para mi! ¿Te animas a leerla”?,me pregunto, conteste que si.
Comenzó ahí, una de las etapas mas felices de mi vida juvenil, me  entusiasme con la obra, a tal punto que me asigne un personaje, como Daniel, así se llamaba, el autor y director, deseaba y me puse a la tarea de recrearlo…no sabia nada, de  actuación, de  respiración, pero que importaba, bastaba con el ímpetu, con  las ganas. Pasaron los días, las semanas y poco a poco, los que leíamos la obra, nos íbamos encariñando con algún personaje, gran logro de Daniel, que solo quería alguien que amara los personajes, que se metieran en cada uno y sacáramos cada uno a su manera el rol adelante.
Fue así que me transforme por unos cuantos momentos en el día a la semana en el Doctor en leyes, Sebastian  Peralta.
De los ensayos hacíamos una fiesta, logramos  la conjunción y la espontaneidad, que la obra en cuestión merecía, bueno, eso creíamos, en  realidad mucho no nos importaba, había otras cosas que si realmente importaban, como  el mensaje que queríamos enviar. Llego el momento de elegir el nombre del grupo y no tuvimos mejor idea que llamarlo “Grupo de teatro Voz Solidaria”, con el tiempo y recordando esto, me decía, éramos unos locos….hay que tener en cuenta la época que se vivía en mi país.
Llego el momento mágico para nosotros de estrenar la obra de teatro, es ahí en donde comenzaron mis problemas con el vestuario del personaje en cuestión. Claro, usaba ( mejor dicho robaba) el saco a mi hermano mayor y utilizaba en las mismas condiciones los zapatos negros acordonados de mi padre, que  el en una ceremonia metódica, todos los domingos se encargaba de pasarle lustre, hasta  dejarlos brillantes, tanto  a los de el, como los de toda la familia, eso  es algo que recuerdo tan nítidamente, se sentaba en el patio de la casa y dale y dale, hasta  las botas con que bailaba mi hermano en un ballet folclórico, los zapatos de mi madre, de mi hermana, silbando , escuchando la radio y puteando por como teníamos los zapatos, se pasaba buena parte de la mañana.
Fue así que comenzó nuestra “gira” por  los cien barrios porteños, bueno, exagerando, si hicimos seis o siete representaciones fueron  muchos.
Pasaba que en algunos lados, recibíamos tomates, tapitas  de cola y tantas cosas, como  en otros y las más divertidas eran, cuando el dueño o encargado del lugar donde actuábamos en medio de la función, la suspendía y nos echaba, por  no pensar igual o no estar de acuerdo con la obra.
En una de esas tantas representaciones, mi padre decide ir a verme actuar, es ahí en donde me encontré con la dificultad de no poder robarle sus zapatos. Me pregunte, ¿que hago? Espere el momento que el llegara, se sentara en la sala y le dije a una compañera,”ves a ese señor, peladito, de bigotes, que  mira para todos lados?”,es mi padre, si ,me contesto ella, entonces, por  favor ve y dile que necesito sus zapatos para poder actuar,te animas? le pregunte. Ella fue, y mi Viejo, galante como era, no se resistió al pedido y un poco refunfuñando, le entrego los zapatos. Yo, desde atrás del escenario, lo  miraba, ansioso, mirando para todos lados, claro, iba  a actuar su hijo, bueno, eso  creo yo, pero  mas, por que encima, estaba descalzo, imagínense si se le ocurrían ganas de ir al baño.
Por suerte, la  obra transcurrió, sin  inconvenientes y claro, los  padres que habían ido, aplaudían a rabiar, yo  miraba al mío, golpeando  sus manos, sonriendo, diría feliz… y yo a punto de explotar.
Cuando todos se iban retirando y ya cambiado, voy en busca de mi padre, que permanecía sentado, en el mismo lugar, claro estaba descalzo, apenas me vio, me abrazo fuerte y enojado y tierno me dice “¡y mis zapatos donde están!”, yo lo abrace, igual  fuerte, con  un solo brazo, por  un rato, nos  quedamos así y casi llorando le digo,”Viejo, gracias,los zapatos aquí están”.

Alberto Federico Cordoba Basualdo
copyrigth 2007