miércoles, 29 de septiembre de 2010

filosofia....

Después de siglos de exclusión, los ángeles vuelven a la filosofía
29/09/10 Hoy representan el desmoramiento del mundo divino. Antes, ideas luminosas.

PorAdriana Carrasco

En las últimas dos décadas se abrió un pequeño espacio en la filosofía para el tratamiento de lo angélico, un tema casi olvidado desde hace siglos por los intelectuales. Así, la figura del ángel es retomada como testigo de la pérdida del carácter referencial y representativo del lenguaje, como mensajero de un mundo divino que, desde la filosofía contemporánea, se considera desmoronado.

La israelí Rachel Elior, profesora de filosofía judía en la Universidad Hebrea de Jerusalem, es especialista en el pensamiento místico de la antigüedad tardía y se ubica lejos de la mirada contemporánea que suspende al ángel en un silencio obligado. Elior estuvo en Argentina para dar una serie de conferencias y para participar, junto con Mónica Cragnolini y Raquel Fischer, en el curso de posgrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA La figura del ángel en el judaísmo, en el cristianismo y en la filosofía contemporánea .

La investigadora pasó gran parte de su vida dedicada al estudio de los manuscritos del Mar Muerto, encontrados en las cuevas de Qumrán en 1947, que según las interpretaciones corrientes fueron producidos por integrantes de la comunidad judía de los esenios. La lectura de Elior ha dado lugar a encarnizadas polémicas: sostiene que los rollos no fueron escritos por esenios, sino por sacerdotes saduceos. “Los esenios jamás existieron. Fueron un invento de Plinio y de Filón de Alejandría para justificar sus propios modelos de comunidad ideal”, afirma.

¿Cómo surgió la idea de llevar la temática angélica a la UBA? Fabiana Kramarz, especialista argentina en misticismo judío, me contactó para que hablara aquí sobre los rollos del Mar Muerto y el misticismo antiguo judío. Mi trabajo es sobre la llamada literatura de los santuarios, compuesta por sacerdotes que fueron destituidos de los servicios sagrados primero en la época en que la tierra de Israel fue conquistada por Antíoco Epífanes, y luego, cuando fue destruido el templo de Israel. Los encargados del culto, al darse cuenta de que no había manera de continuar con los servicios sagrados –entre ellos, los sacrificios-, decidieron escribir poesías que reemplazan a los sacerdotes por ángeles. Los servicios religiosos antes ofrecidos por los sacerdotes fueron reemplazados entonces por poesía angélica.

¿Por qué ángeles? En la tradición judía, hablamos de ángeles de la paz, de la verdad, del conocimiento y de la justicia. Estas son las cosas importantes a las que se aferraba la tradición profética de los sacerdotes. Ellos pensaban que todas las ideas importantes deberían ser presentadas asociadas con ángeles y no solamente como ideas abstractas. Así que uno puede recitar en sus plegarias: “Bienvenidos sois, ángeles de la paz, de la libertad, de la verdad, de la justicia”. Así encontramos en los rollos del Mar Muerto miles de versos que describen los ángeles que están asociados a estas ideas.

¿Qué hay de diferente entre esta tradición angélica y la figura del ángel en el mundo contemporáneo? Tal vez una buena imagen para explicarlo sea el cuadro Angelus Novus , de Paul Klee. Esta obra de arte fue objeto de un fantástico artículo escrito por Walter Benjamin, que la presenta como “ángel de la historia”.

El Ángel Nuevo es fuertemente empujado por un viento que viene del paraíso, adonde él quiere regresar pero no puede, porque está parado sobre la destrucción en la historia .

Los ángeles, en la tradición judía, eran las figuras encargadas de conservar las tradiciones sacerdotales. Su sola mención servía para corporizar las ideas religiosas que guiaban al pueblo en su vida cotidiana. Dos mil años después, en la filosofía contemporánea, el ángel queda como testigo de un mundo divino que se ha desmoronado y de un lenguaje que ha perdido su carácter referencial y representativo. Por otro lado, la figura del ángel es para la filosofía política un registro arcaico de cómo se constituyeron los poderes terrenales, siguiendo el modelo de las jerarquías celestes del medioevo, devenidas eclesiásticas. Es que en el cielo nunca existió algo así como el estado de naturaleza. Sin embargo, Rachel Elior aclara que su trabajo no apunta a comparar el papel del ángel en la tradición judía y en la filosofía contemporánea. Con una mirada actual se ubica únicamente del lado de la tradición. Y considera que los ángeles aún tienen mucho para decir.

¿Cómo se lleva con los sectores académicos que no aceptan los temas teológicos como parte de los estudios filosóficos? En los círculos académicos en los que crecí, la consigna era “queremos saber todo lo que podamos sobre cualquier período de creatividad histórica del pueblo judío”. No la juzgamos en cuanto a si condice con nuestros gustos o si es válida o aplicable a la vida de hoy en día.

domingo, 19 de septiembre de 2010

El último cowboy


Por Santiago O’Donnell

La letra empieza así:

“Esta es la última canción cowboy,
el final de un vals que duró cien años.
Las voces se oyen más tristes
cuando cantan esta canción,
porque otro pedazo de América se perdió.”

Seguramente alguien la recordó la semana pasada, en un 11-9 cargado de odio y tensión racial, cuando Obama dijo “estamos pasando por un momento difícil”.

Todo tiene que ver con todo. Desde la penosa retirada de Irak, hasta el circo mediático del pastor que propuso quemar copias del Corán. Desde la ley antiinmigrante de Arizona, hasta las manifestaciones antiestadounidenses en el pantano de Afganistán. Desde la mancha negra del Golfo hasta la crisis de desempleo que no parece tener fin. Desde las palabras cargadas de emoción que pronunció el presidente al pie de las Torres derrumbadas, hasta la letra de la última canción cowboy.

Ya no se trata solamente de arreglar la situación política, económica o militar. El problema no es Obama, ni las elecciones legislativas de noviembre, ni la polarización creciente entre la insurgencia de extrema derecha y la mayoría desencantada. Es más grande que eso. Estados Unidos sufre una crisis de identidad.

En tiempos complicados los pueblos vuelven a sus raíces. Allí, en lo profundo del sentimiento estadounidense, está la música de los cowboys. El country es el folklore, el mensaje fundacional de la cultura dominante. Lo escuchan millones de norteamericanos. En su gran mayoría son blancos y conservadores, provienen de zonas rurales y practican el cristianismo protestante.

Hay excepciones, claro. El viejo Charley Pride debe ser el único cantante negro de la historia grande de Nashville. Kris Kristoffersson es un izquierdista declarado que apoyó la causa revolucionaria en Nicaragua y El Salvador. Buddy Red Bow (Arco Rojo) usó la música vaquera para denunciar el genocidio de los indios sioux: “Corre indio corre, que llega el hombre blanco”. K. D. Lang rompió tres tabúes al mismo tiempo al declararse canadiense, lesbiana y vegetariana, y encima hizo una publicidad en contra del uso del cuero de vaca.

Hay de todo en la música country, que en sus distintas versiones se fusiona con el blues, el jazz, el gospel, el rock y el pop. Pero no deja de ser la música originaria de la mayoría anglosajona que controla el poder. El country representa lo que en Estados Unidos se conoce como “the heartland”, el corazón de la tierra. Para quienes la consumen, es la música que captura y transmite los sentimientos y las historias del corazón de la tierra. Escucharla a la luz de lo que está pasando sirve para entender.

“La última canción cowboy” cuenta el fin de la épica del Oeste. Y describe ese final como un triste y silencioso despertar. El despertar del sueño del cowboy: llevar paz, prosperidad y respeto por la ley a una tierra salvaje.

Por esas cosas del inglés, “La última canción cowboy” también puede leerse como “La canción del último cowboy”. De hecho, la canción habla del último cowboy. Dice que es un tipo que se esfuerza por mejorar su situación: “alimenta al ganado, trabaja en el mercado, vende tabaco y cerveza en los fines de semana”. ¿Y por qué lo hace? “Sueña con un mañana con cercos”, sigue la letra. “Pero esta noche cuando sueñe, los cercos no estarán.” El último cowboy sueña con un mundo seguro, con límites, donde se respeta la propiedad privada y uno puede dormir tranquilo en su propio corral.

“Estados Unidos no flaqueará en su defensa”, prometió Obama el domingo pasado. Obama no escuchará mucha música country porque es un negro de Chicago, pero entiende perfectamente el sentimiento del “corazón de la tierra”. Porque los negros no aparecerán en las películas, pero mamaron el mito igual que los demás. El cowboy como personaje noble, sacrificado, solitario y soñador. El cowboy como devoto de las tradiciones, violento cuando hace falta, pero amante de la justicia y el sentido del deber.

La última canción cowboy no dice que el cowboy era un santo. Dice que era un peleador, pero un peleador convencido. Dice que conoció el arte del Remington y que se batió a duelo con el bandido Wyatt Earp. Habla también de peleas con indios y mexicanos. Con respeto, pero sin culpa. Dice que el último cowboy “aguantó hombro a hombro con Travis” en El Alamo y que “cabalgó con la Séptima y lo enterraron con Custer, cuando Custer cayó” en Little Big Horn.

La canción es cortita pero dice muchas cosas. Dice que la historia del cowboy es la que contó Louie L’Amore en sus novelas de frontera, la que cantan Willie (Nelson) y Waylon (Jennings) cada vez que agarran sus guitarras.

La escribió Ed Bruce, un viejo vaquero que nunca trascendió como cantante, Quizá por eso pudo escribir la canción más emblemática del country, “Mamá, no dejes que tus bebés se hagan cowboys”, hito de un género que es pura tristeza y melancolía, como el tango.

“La última canción cowboy” fue escrita en 1980, mucho antes de su tiempo. Cinco años más tarde Willie y Waylon y Kris Kristoffersson y Johnny Cash la llevaron por todo el país, cuatro viejas leyendas del country tocando juntos por primera vez.

“Hombres de la carretera” se hacían llamar, y con la balada que lleva ese nombre abrían sus shows. Cantaban sus versos turnándose en el escenario y después se juntaban para despedirse con “La última canción cowboy”.

Waylon, el más country de todos, abría con la primera estrofa. Barba, sombrero, camisa abierta, chaleco de cuero, botas tejanas, voz grave y zumbona con acento del sur.

Seguía Kris con su fraseo sentido, cascado y fuera de tono. Más conocido como estrella de cine que como artista de country, Kris tenía su lugar bien ganado en el cuarteto por las canciones memorables que escribió, como “Loving her was easier” y “Me and Bobby McGee”.

Después le tocaba a Willie, icono máximo del country, vincha confederada, trenza gris llegando a la cintura, raro triple play de cantante inolvidable, guitarrista eximio y escritor de canciones eternas como “Crazy”, “Whiskey river” y “On the road again”.

Cerraba Johnny recitando con su voz gutural, todo de negro como siempre, como cuando compartía escenarios con Bob Dylan, o cuando visitaba cárceles, o cuando les cantaba a las tropas que volvían vencidas de Vietnam.

La despedida de “los hombres de la carretera” fue triste como la canción del último cowboy. Cuatro viejos trovadores queriendo despertar a un país sin ánimo para levantarse. Sacaron tres discos e hicieron varias giras, la última en 1996. Nunca pudieron repetir como grupo el éxito que habían alcanzado como individuos.

En el 2001 cayeron las torres. En el 2002 murió Waylon Jennings. En el 2003 Johnny Cash. Después vinieron la guerra de Irak y las torturas en Guantánamo. La ley del rifle se había convertido en un vale todo. Los cercos cayeron y ya nadie los iba reparar.

El último cowboy apuntó los faroles de su 4x4 al cruce del Río Grande y lanzó una embestida contra las mezquitas y el Corán. Pero no le sirvió de nada. El Oeste ya estaba perdido.

Las voces suenan tristes, dice la última canción cowboy. Suenan tristes porque ven pasar volando a los camiones por la carretera, en su apuro por llevar la cosecha a la ciudad. “Nunca frenan para razonar”, dice la canción.

Frenar y pensar. Pensar en lo que pasó y en lo que está pasando. En el precio que se pagó y en lo que quedó en el camino. Tantas bellas canciones de corazones rotos lloradas a mandolín y slide guitar. Tanta sangre derramada en guerras y duelos de revólver. Tantos cercos que se derrumban. Todo pasa muy rápido. Como si nunca hubieran existido la épica, la frontera y los pioneros. El último cowboy partió en silencio, se despide la canción. “Como si vivir y morir fuera lo único que hizo.”

sodonnell@pagina12.com.ar
La ciencia revela 10 verdades y mentiras sobre el amor
19/09/10

El corazón, al laboratorio. A través de resonancias magnéticas y otros estudios se lograron respuestas científicas a mitos populares. Aquí, algunas para compartir a dos días de la primavera, considerada la estación del amor.

PorGisele Sousa Dias



Así se activa la pasión


Parecen frases vacías de contenido. Y tal vez ocuparían el lugar de mitos, fantasías o lugares comunes, si no fuera porque la ciencia está estudiando los mecanismos que las provocan. Aquí, algunas de las frases que suelen renacer en el mes de la primavera y su correlato científico.


“Fue amor a primera vista”


“Ciertamente, el ‘flechazo’ existe para la ciencia”, explica a Clarín Agustín Ibáñez, investigador del CONICET y Director del laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias de INECO. “Sistemas de neurotransmisores que activan el circuito del placer (como la dopamina) pueden activarse rápidamente ante una persona que resulta atractiva, produciendo una sensación de bienestar y apego. Salvando las distancias, en el amor a primera vista interviene el sistema de recompensa, el mismo que se activa en las adicciones, y produce una sensación de placer no demorada (ver infografía). El atractivo físico, la fijación de la mirada, la simetría facial, la inteligencia en el hombre y la relación cintura-cadera y la edad en las mujeres actúan como inductores de la experiencia de flechazo”.


“No se puede vivir sin amor”


Es sabido que, a medida que crecemos, la ateroesclerosis –que puede producir infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares (ACV)–, aumenta. “Lo interesante es relacionar su progresión con la condición de pareja”, comienza Daniel López Rosetti, que es docente de psicofisiología, una rama de la medicina que estudia los fundamentos biológicos de las conductas emocionales.


“Una investigación publicada en el Journal of Psychosomatic Medicine (confirmada posteriormente) mostró que los hombres casados desarrollaban menor nivel de ateroesclerosis que los solteros. Así interpretaron que la tranquilidad y la estabilidad emocional disminuían el nivel de estrés y generaban menor formación de ateroesclerosis”, explica. ¿Qué ocurre con las mujeres? “Se comprobó que quienes desarrollaban menor nivel de ateroesclerosis eran quienes manifestaban vivir una relación de pareja feliz. Así, se interpretó que en los hombres importa más el status (‘estar casado’), mientras que en las mujeres es central que sea un vínculo satisfactorio”.


Otro estudio realizado entre más de 500 mil parejas formadas por mayores de 65 años mostró cuánto daña la salud la viudez: el riesgo de muerte aumentó hasta un 21% en los hombres que enviudaron y hasta el 17% en las mujeres.


“El amor es ciego”


Los estudios realizados a través de Resonancia Magnética Funcional por los ingleses Zeki y Bartels permiten observar qué regiones del cerebro se activan, por ejemplo, ante la foto del ser amado. Ellos “han mostrado que el amor romántico activa dos procesos cerebrales que favorecen la ‘ceguera’. Por un lado, las áreas que se asocian a la distancia social y a las emociones negativas (corteza prefrontal y áreas parieto-temporales) tienden a reducirse ante la observación de estímulos provenientes del ser amado. A la vez, se activan centros del placer y apego. Así, el enamoramiento parecería producir una fuerte gratificación y un ‘olvido’ de los aspectos negativos. Ello tal vez ayude a entender por qué cuando nos enamoramos experimentamos una sensación casi mística”, explica Ibáñez.


Otro estudio de Zeki mostró que algunas de las áreas que se activan en el enamoramiento también lo hacen ante el odio desmedido (“estaba ciego de rabia” o “del amor al odio hay un solo paso”).


“La pasión no es amor”


“Una cosa es la pasión erótica y otra muy distinta es el amor pasional. La primera se refiere al intenso erotismo sexual, por lo que serán dichosas aquellas parejas que logren mantenerla a lo largo de los años”, distingue el psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat. “Sin embargo, el amor pasional incluye la idealización y la dependencia, de modo tal que la autoestima depende absolutamente del vínculo. De este modo, cualquier sombra o amenaza de pérdida es suficiente para derrumbar la ilusión y generar esos gritos desesperados del estilo ‘no me dejes, te lo ruego’. Es una dependencia maligna. Claro que no es amor, sólo parece”.


Pero la pasión ¿no tenía buena prensa? “Pasión deriva de padecer. ‘La pasión del hincha’ es aguante y sufrimiento, ‘la pasión de Cristo’ es dolor”, ejemplifica Horvat.


“Está loco de amor”


Si bien el investigador Arthur Aron, de la Universidad de Nueva York, sostiene que el enamoramiento puede durar hasta cuatro años, el reconocido psiquiatra Hagop Akiska asegura que “estar enamorado más de seis meses puede ser patológico”. Resulta que Akiska estudió personas enamoradas y encontró que sus niveles de serotonina (un neurotransmisor del sistema nervioso) eran similares a los de los pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo.


“Los celos fortalecen la relación”


La frase ‘si hay celos es porque hay amor’, es una falacia. Quien cree que ‘un poco de celos está bien’ porque demuestra interés, evidentemente no está recibiendo otras muestras de interés”, dice Luis Buero, autor del libro inédito “Cuando los celos te carcomen”.


Cuando los celos se vuelven repetitivos y la comedia se transforma en tragedia, aparecen los celos patológicos: “Son un síntoma que tiene dos caras: una de sentido, por ejemplo, los de la persona que de chica vivió el abandono de alguno de sus padres y ahora carga con esa marca como mochila identificatoria. La otra cara es la satisfacción pulsional del síntoma: el goce mortífero que deviene en sostener ese terror a la pérdida y, a la vez, ese vínculo donde el deseo y lo placentero se vuelven insatisfechos o imposibles. Los celos patológicos son autodestructivos, destructivos del otro y del vínculo. A la vez son una demanda de amor netamente infantil”, describe Buero.





“Amar es no pedir nada a cambio”


Existen más de 40 estudios que muestran que dar o hacer bien a los demás contribuyen a la felicidad, la salud e incluso a la longevidad. “Hay una forma de amor, que no está basada en una evaluación de las cualidades del amado, no se ve limitada por la reciprocidad y tampoco se vuelca hacia el resentimiento al ser rechazado”, contestó a Clarín el estadounidense Stephen Post, profesor de Medicina Preventina y autor del libro “Los beneficios escondidos de ayudar”.


Y lo describe: “Se trata de la forma más pura de dar. Este es el amor libre de la ley de la reciprocidad, del apetito. Es un amor que considera que la alegría y la seguridad del amado son tan significativas como las propias (o incluso más) y, por ende, no necesita poseer, aferrarse o dominar. Este es el amor que suele existir entre grandes amigos, el que sienten los padres por sus hijos, el que vemos en los matrimonios exitosos”.


Este amor involucra a la hormona oxitocina, afecta a una parte del cerebro (circuito mesolímbico) y nos permite sentir alegría. “Por eso, tiende a estar asociada más con la tranquilidad y la confianza que con la pasión y lo salvaje”.


En 2008, una universidad de California estudió que cuando el cerebro segrega oxitocina, conocida también por tener un papel decisivo en el orgasmo, la generosidad aumenta hasta en un 80%.


“Es infiel porque no está enamorado”


“La infidelidad depende de muchos factores diferentes al enamoramiento. Como demuestran los estudios de la teoría del apego intergeneracional, ciertos patrones de conducta fiel o infiel podrían ser aprendidos en base a la historia familiar”, desmitifica Ibáñez.


En 2008, una investigación del Instituto Karolinska, de Suecia, indicó que la variante de un gen provocaría una mayor o menor aptitud hacia la vida en pareja, por lo que sus portadores serían más infieles. Ignacio Brusco, director del Centro de Neurología de la Conducta y Neuropsiquiatría de la UBA, duda de que la clave de la fidelidad esté en los genes: “Esos estudios fueron hechos en animales, que tienen un sistema nervioso más primitivo. El ser humano es un ser social y cultural con capacidad de toma de decisiones a largo plazo, en el que, además de sus genes, intervienen su educación, sus creencias religiosas, sus obsesiones o sus represiones”.


“Un gran amor nunca se olvida”


El prestigioso neurobiólogo Antoine Bechara detectó un “conflicto cerebral”: aunque la relación haya terminado años atrás, el cerebro sigue disparando imágenes y reacciones corporales, como palpitaciones o dolor de estómago al ver la foto de aquella persona o al sentir un olor que la evoque. La explicación es que una parte del cerebro llamada amígdala (el centro de la memoria emocional) fija con más intensidad las situaciones atípicas y desconocidas. Cuanto mayor sea la información que se grabó hacia ese gran afecto, más reacciones –contra las que no podemos luchar–, va a seguir enviando.

“Primavera, el mes del amor”


Lo que la ciencia sabe es que el aumento de la temperatura, los días más largos y, la exposición a la luz solar aumentan los estímulos –especialmente los que entran por los ojos y por la nariz–, influyen en el erotismo y, previo paso por el Sistema Nervioso Central, provocarían una mayor predisposición a la erección y el deseo.
Paciencia. Si es cierto, sólo hay que esperar hasta el martes.